¿Cómo funcionan los psicópatas en las relaciones?
Es posible que a lo largo de tu vida te hayas topado alguna vez con alguna relación particularmente desconcertante (aunque francamente, deseo que no sea tu caso). Puede que conocieras a una persona maravillosa con la que todo parecía fluir y que era sin duda la indicada para ti.
Más un día, sin que te lo puedas explicar de forma alguna, caíste de las nubes al levantarte y encontrarte a la misma persona con un carácter agriado y completamente distinto.
Llegaron entonces días de miedo e inseguridad, en los que mantuviste la esperanza de recuperar a quien conociste en un primer momento, más esa imagen sólo se dejaba ver en fugaces momentos sin continuidad. La relación pasó a ser una sombra de lo que fue, y el gozo y el afecto dejaron paso al dominio de la culpabilidad, la ansiedad y las incertezas.
Si esta historia te representa, es posible que simplemente te hubieras topado con una persona que, movida por sus defectos o sus circunstancias, diera un fuerte giro de timón fruto del resentimiento. Pero existe una probabilidad más reducida de que hubieras caído en un juego bastante más premeditado; una discreta trampa amorosa tejida por alguien que tiene por costumbre y forma de vivir sacar provecho de los demás.
Amantes pragmáticos
Los psicópatas viven entre nosotros, y muchos de ellos lo hacen perfectamente escondidos a plena luz del día. Representan una muy pequeña proporción de la población general (alrededor del 1%) y, aunque la creencia popular los vea como la quintaesencia del crimen, la verdad es que muchos de ellos mantienen un perfil bajo y más integrado en la sociedad.
Eso sí, su forma de relacionarse suele obedecer más a sus intereses que a su necesidad de afecto, y tienden a buscar una posición de poder en relaciones íntimas. Quien caiga inadvertidamente en una relación con este perfil, vivirá probablemente una historia muy parecida a la que fue descrita al principio.
Entrar en este tipo de relación es una empresa dañina de la que puede costarnos mucho salir, llegándolo a lograr sólo cuando su engaño se hace absurdamente evidente. No obstante, puede que a esas alturas ya se haya producido un daño psicológico inmenso, y que este haya dejado en nosotros una huella difícil de borrar. Pero, ¿Qué señales nos permiten anticiparnos y evitar ser víctimas de sus tejemanejes? ¿Cómo podemos saber si la persona que estamos conociendo es en realidad un psicópata? ¿Cómo se relacionan las personas que cumplen con este perfil?
El arte de engancharte
Es evidente que al conocer a alguien no pueden presentarse simple y llanamente como manipuladores. Ni tampoco pueden permitirse que en ningún momento se vea con claridad su engaño, por lo cual tienden a utilizar una estratagema algo más elaborada.
Al conocer a una persona, pintan de mil y un colores la imagen que transmiten de sí mismos y fingen ser todo lo que la otra persona siempre ha deseado. A eso lo acompañan con lo que se ha dado a conocer popularmente como “bombardeo amoroso”: proporcionar cantidades desmesuradas de afecto, atención, halagos y reconocimiento con la finalidad de dar a probar un adictivo cóctel de emociones.
No obstante, la imagen engalanada y las toneladas de afecto no son más que un caballo de Troya para generar dependencia en el otro, pasando a ser ambos retirados de forma inexplicable y abrupta. Sin previo aviso, el psicópata se vuelve frío y distante y solo vuelve a ser “el de antes” en momentos calculados. Tales momentos se dosifican a modo de golosina, con el fin de garantizar que la otra persona no abandone la relación y que además se esfuerce para recuperar el afecto perdido.
Sembrar la duda y la culpabilidad
Poco a poco, se va generando una dinámica en la que el psicópata tiene una posición de poder en la relación. Y para ello cuenta con un aliado excepcional: la culpabilidad. Lentamente, van instalando la idea de que la responsabilidad de su cambio abrupto y – al fin y al cabo – de todo lo que va mal en la relación, recae sobre la otra persona. Bajo ningún concepto asumen culpas o responsabilidades, lanzando fuera todos los balones y justificando cualquier error de la forma que sea.
El objetivo que persiguen es dibujar a la verdadera víctima (el otro) cómo el malo de la película: una persona egoísta que no les comprende y que les daña con sus acciones. Si la idea cala en la persona manipulada, la culpabilidad le hace sentirse en deuda con el manipulador, cediendo y buscando hacer todo lo posible para “restablecer” la relación.
Suelen utilizar mucho para explotar este sentimiento
Un recurso que suelen utilizar mucho para explotar este sentimiento son las llamadas emociones instrumentales: las lágrimas de cocodrilo de toda la vida. Este tipo de emociones son aquellas que se fingen (se simulan) con el fin de chantajear a la otra persona y lograr que haga lo que desea el manipulador. Si funciona el chantaje, el psicópata logrará que su víctima se sienta responsable del daño causado, aunque en realidad ese “daño” no sea más que un teatro.
El fin último de toda esta pantomima es que la víctima dude cada vez más de su propio criterio y termine creyendo a pies juntillas el relato culpabilizador del agresor, haciéndose cada vez más sumisa. Para ello la cuestionan constantemente y le hacen sentir paranoica al manifestar sus dudas (que son realmente legítimas). En una última vuelta de tuerca, buscan aislarla de su entorno social para evitar que ninguna mirada externa pueda ayudarle a salir del engaño o interfiera en la relación de alguna u otra manera.
El espejismo que los otros ven
Aunque se les suele pintar como seres retorcidos e inadaptados sociales, los psicópatas pueden llegar a desenvolverse muy bien en sociedad. Pueden llegar a ser particularmente carismáticos, y mostrarse amables y solícitos, transmitiendo a los otros una imagen exquisita. No obstante, esta no deja de ser una estrategia más para obtener lo que desean de las personas: un personaje útil que han creado, el cual poco que ver tiene con quien en realidad son.
Lo más desconcertante es que este espejismo crea un velo que envuelve y enmascara la frialdad con la que se comportan en la intimidad de la relación. La víctima de sus manipulaciones puede sentirse aún más aislada al constatar que es la única persona que ve la peor cara del agresor, y que por el contrario, el resto del mundo parece caer bajo el encanto de este último.
Esto puede hacer más difícil que busque ayuda externa, ya que puede llegar a pensar que nadie crea sus palabras. El contraste entre el comportamiento que tiene en público y el que tienen en la privacidad, es uno de los elementos que mejor puede delatar a un psicópata.
Para concluir …
Puede que muchos de los aspectos comentados a lo largo de este artículo te hayan recordado a personas concretas que habitan tu presente o tu pasado. Es muy importante señalar que algunos rasgos o comportamientos aquí descritos pueden presentarse en menor medida, o con un grado bastante menor de premeditación, en muchos otros tipos de personas.
En general, los individuos que eligen relacionarse a través de la manipulación, utilizan -consciente o inconscientemente- estrategias similares. Y en particular, los trastornos de personalidad narcisista y antisocial también muestran comportamientos muy similares en sus relaciones. Las emociones instrumentales, el chantaje emocional, el cultivo de la culpabilidad en el otro y los esfuerzos dirigidos a bombardear su confianza, son todos puntos en común.
Sea cual sea el perfil de la persona que esté llevando a cabo estos comportamientos, siempre pueden ser una señal de que la relación en la que tienen lugar es un lugar peligroso. Además, si quien los lleva a cabo lo hace de forma consciente y premeditada, doble es el peligro que representa.
Es importante detectarlos lo más temprano posible y no tolerarlos ni justificarlos. Si sientes que estás en una relación donde estas formas de manipulación representan la norma y no la excepción, y no te ves con la capacidad de salir por tus propios miedos, acude a un profesional que te guíe y te ayude a salir de ahí.
Autor: Isaac Pons