¿Por qué acudir a un psicólogo? Razones para Consultar a un Psicólogo

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La pandemia de COVID-19 que nos sobrevino a principios de esta década ha traído muchos cambios a nuestras sociedades, siendo uno de ellos una mayor consciencia sobre la importancia de la salud mental. Aun así, la labor que realizamos los psicoterapeutas sigue rodeada de mitos y medias verdades. El público general sigue manteniendo la idea de que hace falta estar en una situación de profundo malestar para poder ser atendido por un psicoterapeuta. Y no solo eso, sino que se sigue creyendo que el hecho de hacer psicoterapia implica que uno mismo funciona mal: que en cierta forma uno está “loco” o “mal de la cabeza”.

Es cierto que la psicología tiene también parte de responsabilidad en esto, ya que tradicionalmente se ha centrado en desarrollar terapias dirigidas a los grandes “trastornos mentales”. Incluso en nuestra forma de publicitarnos, pudiera llegar a parecer que los problemas comunes del día a día quedan fuera de nuestra labor. Pero nada más lejos de la realidad: los psicoterapeutas siempre hemos contado y contaremos con herramientas que nos permiten intervenir desde los problemas psicológicos más graves hasta los más sencillos y mundanos, como la procrastinación o la adaptación a nuevas situaciones vitales.

¿Qué diferencia a las personas con trastornos mentales?

Lo primero que debe aclararse, es que las personas que padecen los llamados “trastornos psicológicos” (tales como el TOC, la depresión o el trastorno bipolar) no son una especie de marcianos distintos al común de los mortales. Los trastornos psicológicos se construyen con las mismas piezas elementales que nos permiten funcionar a ti y a mí en nuestro día a día.

Tal y como puede hacer el más grave de los pacientes, las personas que nunca han pisado una consulta también pueden ser rígidas, mantener creencias dañinas o irracionales, experimentar emociones negativas muy intensas o huir de situaciones que les causan ansiedad. ¿La diferencia? Es simplemente de grado: las personas con problemas psicológicos considerables hacen esas cosas en mayor medida y de forma más intensa, mientras que quien no los tiene lo hace en menor medida.

La lección aquí no es que todo el mundo deba ir al psicólogo. Sino que, volviendo a lo dicho en la introducción, cualquiera de nosotros puede tener una necesidad completamente legítima de ser atendido por un psicoterapeuta, puesto que todos podemos tener formas de funcionar que nos generen malestar. Sea que sintamos que tenemos una baja autoestima, que nos carcomen las preocupaciones, que somos demasiado críticos con nosotros mismos, o que aplazamos nuestros sueños por miedo al fracaso. Todos ellos son problemas que pueden ser trabajados en consulta.

La importancia de la prevención

A veces estos problemas o formas de funcionar no se quedan en el mismo punto de inicio, sino que van evolucionando y empeorando poco a poco. Y no solo eso, también puede que se junten con otros problemas o den lugar a nuevas dificultades. Es posible que recurrir un día al alcohol para acallar un sentimiento de abandono no sea tan malo, pero si se hace repetidamente, puede que uno mismo termine dependiendo del alcohol para gestionar las emociones. Y si esto se mantiene en el tiempo, puede que termine por darse una adicción.

O puede que evitar ir a eventos sociales una o dos veces (sea por timidez o nervios) no haga daño a nadie. Pero cuando esto se convierte en costumbre, se va generando un creciente sentimiento de aislamiento, y cada vez se hace más cuesta arriba relacionarse con otras personas. La soledad lleva a la tristeza y a la pérdida de alicientes, y poco a poco la depresión se va abriendo paso.

Ejemplos como estos nos permiten ver la importancia de buscar ayuda en el momento adecuado; previniendo que nuestros problemas se conviertan en una bola de nieve y pasen a ser problemas psicológicos con mayúsculas.

¿Cómo saber cuándo es el momento?

Aclarados los anteriores puntos, se plantea la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las señales más comunes que nos indican que es el momento de buscar ayuda psicológica? Los siguientes indicadores son algunos de los más destacados.

  • Experimentamos con frecuencia emociones negativas que nos desbordan: ansiedad, ira, tristeza, miedo, etc.
  • No sabemos muy bien cómo gestionar nuestras emociones, o lo hacemos de formas que nos terminan perjudicando.
  • Nos sentimos constantemente asaltados por nuestras preocupaciones, o estas nos llegan a paralizar.
  • Existen pensamientos, emociones o sensaciones corporales que vemos con malos ojos, y que nos hacen sentir angustiados cuando se dan.
  • Sentimos que somos demasiado perfeccionistas y críticos con nosotros mismos, y tendemos a pasar por sentimientos de culpa, incompetencia, frustración o vergüenza. A su vez, es posible que dichos sentimientos nos lleven a castigarnos a nosotros mismos.
  • Hemos perdido el rumbo o el sentido que le otorgamos a la vida, o nos cuesta establecerlo.
  • Llevamos una mochila de vivencias negativas a nuestra espalda y la arrastramos, viviendo más en el pasado que en el presente.
  • Tememos y evitamos poner límites o decir que no a las otras personas, y como consecuencia sentimos que llegamos a situaciones injustas o denigrantes para nosotros.
  • Nuestra timidez o falta de habilidades sociales no nos permiten tener la vida social que quisiéramos. Cada vez nos sentimos más aislados y separados por un muro que no podemos atravesar.
  • Sentimos que constantemente repetimos los mismos errores en nuestras relaciones.
  • Sentimos que nos movemos más en nuestras vidas por nuestros miedos, que por nuestros deseos e ilusiones.
  • Hemos perdido la capacidad (o parte de ella) de disfrutar e ilusionarnos por las cosas que valoramos.
  • Hemos experimentado una pérdida importante para nosotros: la muerte de un ser querido, el fin de una relación, la pérdida de un puesto de trabajo o de cualquier otra parte importante de nuestras vidas. Aunque pasen los meses, sentimos que no somos capaces de pasar página.

Las dos caras del cambio

Por supuesto, aunque nos sintamos reflejados en alguno de los anteriores puntos, puede que aún tengamos dudas de si queremos o no buscar ayuda profesional. Cada vez que nos enfrentamos a la posibilidad o necesidad de un cambio en nuestras vidas, es normal que nos sintamos divididos en dos partes. Por un lado, anhelamos liberarnos del malestar que nos causa nuestra forma de vivir actual (sea esta el estar en una relación insatisfactoria, etc.) y nos gustaría tener los beneficios del cambio.

Pero otra parte de nosotros teme a lo desconocido, e incluso -por conformidad- puede preferir que las cosas sigan cómo están. La mejor forma de acercarse a la terapia es con un deseo sincero de abrazar el cambio y un compromiso para con la persona que queremos llegar a ser. Sin estos ingredientes, es muy probable que no tardemos en abandonar el proceso terapéutico, o que no nos sintamos plenamente implicados en este. Cada uno de nosotros tiene su momento propicio para el cambio.

Si sientes que te definen algunas de las señales que se han nombrado en este artículo, y crees que estás dispuesto y preparado para un cambio a mejor, tienes mi contacto a tu disposición para poder pedir tu cita. Con mucho gusto atenderé cualquier consulta.

Autor: Isaac Pons

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