
“Érase un hombre a una nariz pegado” escribió Quevedo en el siglo XVII. Si caminara por las calles y locales de nuestro siglo, muy probablemente reciclaría su burla y escribiría: “Érase un simio a un móvil pegado”.
El teléfono móvil como compañero inseparable
El teléfono móvil se ha convertido en nuestro compañero inseparable; en casi una extensión de quienes somos. En nuestro bolsillo concentramos el acceso a una infinidad de entretenimiento y novedades que nos separan del gran enemigo de nuestra era: el aburrimiento.
Con él nos sentimos conectados a nuestros seres queridos y tenemos la sensación de estar integrados en los grupos y comunidades de las que nos sentimos parte. Se podría decir que se trata de nuestra mayor ventana al mundo.
El desafío de la atención en la era del smartphone
No obstante, uno de los grandes temas de nuestro tiempo es el debate sobre las consecuencias que puede traer el uso y abuso de este dispositivo en las primeras etapas de vida de las nuevas generaciones. Se conoce que un elevado uso del teléfono móvil puede tener un impacto negativo en las relaciones sociales más cercanas, en la vida social en general y en el ámbito escolar (Billieux, 2012).
Pero hay una consecuencia que a menudo nos pasa desapercibida. La disponibilidad absoluta y constante de esta pequeña caja de maravillas reduce una de nuestras capacidades más esenciales (y a la vez más ignoradas): la capacidad de controlar nuestra atención.
La importancia de la atención en un mundo lleno de distracciones
El mundo moderno es rápido y ajetreado; vivimos inmersos en una corriente constante de personas, ruidos, anuncios, mensajes, etc. Pero evidentemente no toda la información que nos da ese caos para los sentidos es importante para nosotros. Y más aún, nos es imposible atender toda la información que sí es de nuestro interés.
¿Qué es la atención entonces?
La capacidad de diferenciar y focalizarse en aquello que es más importante para nosotros en un momento dado (incluso por encima de otras cosas relevantes) e ignorar aquello que no lo es. La atención por naturaleza discrimina; identifica aquello que no es prioritario y elimina nuestro impulso de despistarnos en esas cosas. Pero no caigamos en el error de pensar que solo podemos despistarnos con cosas que se encuentran fuera de nuestro cuerpo. Nuestro pensamiento, nuestras emociones y nuestras sensaciones corporales también pueden atraer nuestra atención, y la verdad es que poder para hacerlo no les falta. Podéis ver entonces que existen infinidad de señales que la atención debe ignorar para poder focalizarse.
El impacto del smartphone en nuestra capacidad de atención
Una vez explicado esto, llega la siguiente pregunta: ¿Cómo afecta a esta facultad el hecho de tener una fuente de distracción constante, cómo es el móvil? Para responder hay que entender que la atención focalizada es algo que puede entrenarse, o por el contrario debilitarse al no ser utilizada. Tener tu smartphone y sus notificaciones encendidas en todo lugar y momento, está mandando un mensaje muy claro a tu cerebro: no importa lo que estés haciendo, tiene vía libre para ceder al impulso de dejarlo de lado y consultar qué excitantes novedades nos traen los cantos de sirena del móvil.
De esta forma, las áreas cerebrales que mantienen nuestra atención se debilitan cada vez más. Efectivamente, la investigación científica ha demostrado que un uso problemático del smartphone conlleva problemas atencionales y que esto termina por perjudicar áreas como el rendimiento escolar o laboral (Roberts et al., 2015). En la misma línea, se ha constatado que conlleva un deterioro de las partes del cerebro que guían la atención (Hadar et al., 2017). En un experimento en el que debían enfrentarse a problemas complejos, los participantes que hacían un mayor uso de las nuevas tecnologías tuvieron que hacer esfuerzos neuronales mucho mayores para no atender a las distracciones que los investigadores proporcionaban (Moisala et al., 2016).
El impacto en la salud mental
Pero lo que acabamos de explicar no es más que la antesala del verdadero problema que venimos a exponer: el efecto mayor que este deterioro tiene sobre nuestra salud mental. La atención se engloba dentro de una facultad más amplia a la que los psicólogos llamamos “control ejecutivo” (igualmente perjudicada por el uso excesivo del teléfono). El control ejecutivo es la capacidad que uno tiene para controlar el curso del pensamiento, las emociones, los impulsos y el comportamiento en general.
Es frecuente que, al atravesar momentos difíciles, nuestra mente tienda a generar torrentes de pensamientos negativos. Un control ejecutivo empobrecido hace que seamos incapaces de parar este incansable desfile de pensamientos, sumergiéndonos cada vez más en los terrores de nuestro mundo interior.
A su vez, la gestión que hacemos de las emociones resultantes es también pobre, siendo más común que nos veamos desbordados por ellas. Un peor control sobre nuestras emociones nos hace más impulsivos, y no es extraño que los adolescentes terminen recurriendo a recursos muy poco acertados para mantener a raya los sentimientos negativos (uso de alcohol, atracones de comida, cortes superficiales, etc). Todo lo anterior nos lleva al siguiente hecho: existen gran cantidad de estudios que avalan la conexión entre el abuso del teléfono móvil y la ansiedad y depresión en adolescentes (Elhai et al., 2017).
Un popular dicho entre terapeutas
Creo que no hay mejor forma de concluir este artículo que recurriendo a un popular dicho entre terapeutas: “una mente atenta es una mente feliz”. Al fin y al cabo, los mejores momentos de nuestras vidas son aquellos en los que estamos y vivimos plenamente, sin distracciones ni interrupciones. A nadie se le ocurriría pensar en un primer beso interrumpido por consultar un mensaje de Whatsapp, o en disfrutar de un nuevo y esperado estreno de su saga favorita mientras acude una y otra vez a Tik Tok. La vida se halla al tacto de nuestros sentidos, y no pegados a nuestras pantallas, o enmarañados en los castillos mentales que somos capaces de montarnos y que nos distraen del mundo que se abre ante nuestros ojos.
Billieux, J. (2012). Problematic use of the mobile phone: a literature review and a pathways model. Current Psychiatry Reviews 8, 299–307.
Elhai, J. D., Dvorak, R. D., Levine, J. C., & Hall, B. J. (2017). Problematic smartphone use: A conceptual overview and systematic review of relations with anxiety and depression psychopathology. Journal of affective disorders, 207, 251-259.
Hadar, A., Hadas, I., Lazarovits, A., Alyagon, U., Eliraz, D., & Zangen, A. (2017). Answering the missed call: Initial exploration of cognitive and electrophysiological changes associated with smartphone use and abuse. PloS one, 12(7), e0180094.
Moisala, M., Salmela, V., Hietajärvi, L., Salo, E., Carlson, S., Salonen, O., … & Alho, K. (2016). Media multitasking is associated with distractibility and increased prefrontal activity in adolescents and young adults. NeuroImage, 134, 113-121.
Roberts, J. A., Pullig, C., and Manolis, C. (2015). I need my smartphone: a hierarchical model of personality and cell-phone addiction. Personality and Individual Differences, 79, 13–19.