
¿Qué es la autoestima?
La autoestima es la evaluación general que hacemos sobre quienes somos, cómo somos y cuáles son nuestras capacidades. Cómo toda evaluación, esta puede ser más positiva o más negativa, lo que puede originar un rango de sentimientos y emociones que van desde el orgullo y la alegría, a la frustración y el autodesprecio. Esta forma de vernos actúa como un filtro, a través del que juzgamos las cosas que hacemos, las cosas que nos pasan, o las que nos podrían suceder a lo largo de nuestras vidas. Por ejemplo, una persona con baja autoestima puede ver un rechazo en una entrevista de trabajo como reafirmación de que es una inútil, o puede esperar poco de su futuro laboral porque se siente fracasada.
Los caminos del introvertido
Cuando los psicólogos decimos que la introversión es un rasgo de personalidad, nos referimos a que es una forma de comportarse en el mundo que se mantiene estable a lo largo del tiempo y de las situaciones a las que nos enfrentamos en nuestro día a día. Es fácil confundir este rasgo con la timidez, pero la verdad es que las personas introvertidas simplemente tienen una menor necesidad de buscar el contacto constante con otras personas, sin que este contacto les cause ansiedad o les inhiba. Evidentemente, los introvertidos que a su vez son tímidos existen, pero debe quedar claro que son dos cosas independientes.
La persona introvertida suele preferir una forma de interactuar más formal y reservada, y busca su espacio y su independencia respecto al grupo. En las situaciones sociales, evitan ser el centro de atención y se sienten más cómodos dejando hablar a los demás, buscando no atraer la atención. Cómo más relajada y pausada sea su vida, mejor para ellos, en claro contraste con el ajetreo que buscan y disfrutan los extravertidos. No es que sean personas aburridas y sosas; simplemente no son tan exuberantes y expansivas como su contraparte.
Crecer siendo introvertido
La autoestima se va desarrollando a lo largo de nuestras vidas, a medida que vamos acumulando experiencias en el mundo que nos rodea y – sobre todo – con las personas más significativas para nosotros. Las relaciones primarias con nuestras madres y padres establecen sus fundamentos, teniendo especial importancia los mensajes que de ellos recibimos, y la forma en que somos animados o desalentados a explorar el mundo. Con la llegada a la adolescencia, pasamos a desarrollar nuestra autoestima a través de las relaciones con nuestros iguales (las personas de nuestra misma edad). Durante esta etapa, estamos especialmente receptivos a la forma en que nos perciben, nos sentimos inclinados a buscar su aprobación, y nos juzgamos por nuestras habilidades a la hora de relacionarnos. Puede decirse que, para bien o para mal, la mirada de los otros juega un papel decisivo en la forma en que nos llegamos a valorar.
No obstante, la tendencia reservada propia de la introversión puede ser difícil de conciliar en una etapa como la adolescencia. En ningún otro momento de nuestras vidas nos compararemos tanto con los otros, especialmente en lo que respeta al terreno social. Y es en esta área donde con más facilidad destacan los extrovertidos, los cuales se encuentran en su salsa al rodearse de gente y al asistir a todo tipo de eventos sociales. Pero como ya hemos dicho, este no suele ser el caso de los introvertidos. Su preferencia por la tranquilidad y el recogimiento en uno mismo, puede hacer más complicado el hecho de encontrar su lugar entre la gente, viviendo por el camino experiencias negativas en las que se sientan como un pulpo en un garaje. La suma de dichas experiencias puede ir forjando poco a poco una imagen negativa de uno mismo.
En caso de que esta haya sido nuestra historia … ¿Cómo podemos cultivar una sólida autoestima siendo personas introvertidas? A continuación planteamos algunas claves.
Reconciliarnos con nuestra naturaleza
Asúmelo, si eres introvertido es posible que tu plan ideal esté más cerca del tradicional “peli y manta” que de ir a sudar entre miles de desconocidos en un festival. El mundo del ocio está construido para los extrovertidos: gregarios por naturaleza y amantes de los elevados niveles de estimulación. Las personas introvertidas tienden a agobiarse en dichos entornos, aunque los estándares sociales les hagan forzarse una y otra vez a adaptarse y a gozar de ellos. Reflexiona sobre qué tipos de situaciones disfrutas más y permite que estas sean la norma -y no la excepción- en tu vida social. Es bastante probable que te sientas más inclinado hacia planes más tranquilos con la compañía de un número más reducido de personas. Adaptando más tus planes a tu personalidad, acabarás consiguiendo dos cosas a la vez: dejar de frustrarte por no encajar en un rígido molde (hecho para un tipo de persona que no eres), y crear situaciones propicias en las que tengas experiencias positivas que refuercen tu autoestima.
Deshazte de los “debería”
Todos tenemos una voz crítica en nuestro interior que juzga y condena ciertos aspectos de nuestra forma de ser y actuar. Esa voz siempre nos compara con una imagen ideal sobre cómo “deberían” ser las cosas, la cual puede llegar a ser muy exigente o directamente inalcanzable. Algunas otras veces, ese ideal no tiene conexión alguna con quien tú eres en realidad, sino que es una vara de medir que hemos cogido prestada de la sociedad que nos rodea. Las redes sociales nos enseñan ambientes festivos con personas efusivas y sonrientes que hacen gala de decenas de amistades. Es deseable que reflexionemos sobre cómo sería para nosotros una vida plena, pero debemos estar dispuestos a aceptar el hecho de que puede que nuestra vida ideal no pase por ahí. Puede que nos sintamos mucho más realizados siendo personas más reservadas, con un círculo más pequeño de amigos y escogiendo algunos momentos de soledad por encima de grandes celebraciones. Si sientes que la timidez o tu costumbre de aislarte te impiden perseguir tus valores o ilusiones, trabaja en ellas y sobreponte. Pero bajo ningún concepto te critiques por ser menos carismático, sociable o popular que personas que ni de lejos tienen tus inclinaciones y necesidades. .
Domina poco a poco las situaciones sociales
Si sientes que te has ido aislando, y sientes cierta torpeza o nervios al relacionarte, tarde o temprano, esto puede acabar pasando factura a tu autoestima. Un importante componente de la autoestima es lo competentes que nos sintamos en los aspectos de nuestras vidas que más valoramos. Pero intentar solucionar este problema forzándose a uno mismo a salir ahí y comerse el mundo no es una idea muy realista. En lugar de eso, elabora una lista de pasos necesarios para conseguir las relaciones sociales que deseas y ordénalos por su dificultad. En el extremo más fácil podría situarse el mantener una conversación casual con algún desconocido o pedir ayuda a alguien, y a partir de allí pueden ir planteándose retos progresivamente mayores, tales como abrirte emocionalmente a alguien cercano o proponer un encuentro a una persona por la que sientes atracción. Una vez elaborada la lista, pon en práctica cada paso repetidamente hasta que lo domines, yendo de los más sencillos a los que te supongan un mayor reto. Lo importante es aceptar el punto del que partimos e ir reconociendo los pequeños avances que vayamos cosechando.
Conoce tus miedos y creencias y desmiéntelos
Es muy probable que aquello que te separa de dar los pasos necesarios para conseguir la vida que quieres sean tus creencias y expectativas negativas. Tal vez evites ir a eventos porque crees que eres incompetente a la hora de relacionarte, o que hayas renunciado a conocer a determinadas personas porque esperas que el rechazo esté a la vuelta de la esquina. Indagar e intentar identificar esos pensamientos es el primer paso. Aprovecha la lista que te he propuesto en el apartado anterior para ver la forma en que tus nuevos logros contrastan y desmienten lo que has venido creyendo y esperando hasta el momento. Déjate sorprender por las nuevas experiencias y mantente siempre dispuesto a descubrir que tus presuposiciones más funestas estaban equivocadas.
En conclusión … no nademos a contracorriente
Conocer, entender y aceptar nuestros rasgos de personalidad es un paso imprescindible hacia el cultivo de una alta autoestima. Todos los rasgos tienen sus posibles contras, pero lo verdaderamente valioso es saber utilizar los puntos fuertes que nos proporcionan y crear un proyecto de vida entorno a ellos.
Autor: Isaac Pons