¿Cuál es la causa de la procrastinación y cómo superarla?

¿Qué es la procrastinación?

Seamos honestos, todos nosotros hemos dejado para último momento alguna tarea que nos ha estado rondando durante un buen tiempo; todos nosotros hemos tenido aquella mosca tras la oreja que hemos intentado evitar con todo tipo de distracciones. ¿La diferencia? Que algunas personas tienden a funcionar así de forma puntual y con algunos asuntos menores, mientras que otras personas han hecho de ello prácticamente un estilo de vida.

En concreto, la procrastinación es el aplazamiento repetido e innecesario de tareas que con mucha frecuencia son importantes para nosotros, a pesar de los percances que este aplazamiento nos pueda terminar llevando (Steel, 2007). Quien procrastina, suele acabar decantándose por hacer actividades que le distraigan, que sean más placenteras, o que simplemente no requieran tanto esfuerzo.

Posibles efectos de la procrastinación

Los estudios indican que una parte considerable de la población procrastina de forma sistemática y problemática: siendo el 50 % entre los universitarios (Day, Mensink y O’Sullivan, 2000) y entre el 15-20 % de los adultos en general (Harriott y Ferrari, 1996). Si estas cifras ya parecen grandes de por sí solas, los datos muestran que cada vez van creciendo más. ¿Pero en el largo plazo, cómo evoluciona la vida de una persona con esta tendencia?

Para empezar, ya que existen tareas que no pueden ser eludidas y que tienen un gran impacto en nuestras vidas, las personas que las procrastinan tienden a experimentar mayores niveles de ansiedad (Tice y Baumeister, 1997). Al aplazarlas, uno puede terminar siendo perseguido por la tensión de hacerlas a última hora, por las consecuencias de no hacerlas a tiempo, o simplemente arrepentirse de no haberlas hecho de la forma correcta. Por otro lado, los niveles de bienestar entre los procrastinadores son más pobres (Tice y Baumeister, 1997) y estos son mucho menos eficaces a la hora de perseguir sus objetivos, lo que a su vez hace que terminen por tener una más baja autoestima. Aparte de lo ya mencionado, procrastinar también puede resultar perjudicial para nuestra salud (al no cumplir correctamente con los tratamientos que tenemos adscritos), nuestra economía, y hasta para el funcionamiento de empresas enteras (Steel, 2007)!

¿Por qué procrastinamos?

Se tiende a ver la procrastinación como simple pereza u ociosidad, pero esa es una conclusión que muchas veces puede pecar de simplista, y que no ayuda en absoluto a entender las muchas causas que pueden esconderse tras este hábito.

La raíz más evidente de la procrastinación es el funcionamiento básico de nuestro cerebro. Por poco que nos pueda gustar, nuestras mentes están sesgadas hacia el placer tangible y la inmediatez (y más aún en nuestra cultura actual). Aquellas cosas que nos dan una gratificación aquí y ahora suelen resultar más atractivas que las actividades que aunque se muestren ahora tediosas, en el futuro darán sus frutos. Comer un buen postre cargado a rebosar de grasas y azúcares resulta mucho más atractivo para nuestros cerebros que correr durante una hora por la montaña, pese a que a la larga lo primero pueda darnos problemas de salud y lo segundo nos haga mejorarla. Por mucho que sepamos razonar por qué una cosa será más beneficiosa que la otra en el futuro, la verdad es que no podemos ignorar esta primitiva programación que llevamos de serie.

Procrastinar puede ser también el fruto de aprendizajes realizados a lo largo de nuestras vidas. Algunas personas han vivido en entornos familiares o sociales muy críticos con sus acciones, que respondían de forma muy negativa al hecho de cometer errores o no cumplir ciertas expectativas. A lo largo del tiempo, interiorizaron las críticas que se acostumbraron a recibir, de forma que ahora son también ellos mismos quienes se encargan de “castigar” sus errores mediante pensamientos despectivos. Como consecuencia, cuando se encuentran frente a tareas que suponen un cierto reto, y que sienten que les exponen a ser evaluados o criticados (ya sea por parte de otras personas o de sí mismos), experimentan irremediablemente un cúmulo de emociones negativas (ansiedad. vergüenza, miedo, etc.). Deseosos de deshacerse de estas emociones, la vía más rápida que han encontrado es la de rehuir ese tipo de tareas y situaciones, aunque tarde o temprano tengan que terminar por exponerse a ellas. Cada vez que se sienten mal y lo gestionan procrastinando, esta tendencia se refuerza, haciendo mucho más probable que repitan la misma operación en el futuro.

De forma similar, el perfeccionismo puede ser también un elemento paralizante que nos lleva a la procrastinación. Imponernos a nosotros mismos criterios demasiado estrictos puede hacer que no aceptemos ningún resultado que no se ajuste a ellos y que terminemos por no tolerar los errores o imperfecciones, los cuales no dejan de ser parte de la vida. Esta mentalidad de todo o nada, puede hacer que evitemos abordar tareas que superen -aunque levemente- las habilidades que tenemos en el momento presente. El razonamiento que se termina por tener es que al fin y al cabo, si no nos van a salir perfectas… ¿Qué sentido tiene intentarlo?

Finalmente, podemos posponer las cosas simplemente porque no nos sentimos lo suficientemente capacitados para hacerlas, o porque nos faltan habilidades para gestionar nuestro tiempo y esfuerzos. Las personas más impulsivas o con ciertas dificultades para concentrarse (cómo quienes puedan convivir con el TDAH) pueden encontrar también dificultades a la hora de organizarse y de atenderse a sus prioridades.

Formas de contrarrestarla.

Identificar y premiar los pasos a seguir

Una de las principales formas de hacer frente a la procrastinación es precisamente explotar nuestra tendencia cortoplacista. Existen tareas y proyectos que no dejarán ver sus resultados hasta pasadas decenas -o incluso cientos- de horas, por lo cual nuestros esfuerzos no se verán inmediatamente recompensados. ¿La solución? Dividir esas tareas en tareas mucho más pequeñitas que podamos ver completadas en el plazo de horas o pocos días, y recompensarnos al tenerlas completadas. Las recompensas pueden ser muy variadas: desde enfrascarnos en las actividades que más disfrutamos (deportes, videojuegos, ocio, arte, etc.), pasando por deleitarnos con nuestra comida favorita, hasta obtener el reconocimiento de nuestros seres más queridos. Muchas veces la procrastinación se impone por el simple hecho de que intentamos abordar grandes tareas sin marcarnos un plan o itinerario, lo que nos hace sentir abrumados por la sensación de que por más que nos esforcemos no avanzamos. Al trocear claramente todo el camino a seguir en pequeños y concisos pasos, apreciaremos mucho mejor nuestros avances y eso nos motivará a persistir.

Rompe el círculo vicioso de la evitación

Si sientes que procrastinas para no tener que afrontar todos aquellos sentimientos que te genera el tener que enfrentarte a lo que pospones (culpabilidad, ansiedad, vergüenza, etc.), la solución se encuentra en la dirección opuesta. Al tener un itinerario de tareas más asequibles y manejables, es mucho más fácil reunir el coraje suficiente para empezar. Al lograr completar con éxito los primeros pasos, nos sentiremos más capacitados y se creará una espiral virtuosa en la que cada logro nos predispone a obtener más. Cuando huimos de los retos que nos plantea la vida, nos hacemos pequeños y nos terminamos por sentir como tal. Afrontarlos y empezar a cosechar pequeñas victorias nos hace sentirnos más motivados y capaces para seguir adelante.

Dale un sentido a tus esfuerzos

Algunas veces sentiremos que aquello que estamos procrastinando no va en absoluto con nosotros, lo que nos hace sentir que es una carga en toda regla. Si es así, debemos mirar de conectar los esfuerzos realizados con nuestros valores o con los proyectos vitales que queremos ver realizados. Puede que hincar los codos y ponerte a estudiar para una formación técnica no sea la mayor de tus pasiones ni la quintaesencia de la diversión para ti, pero esas horas de estudio puede ser también vistas como una acción con la que refuerzas tus valores de excelencia profesional y de crecimiento personal. Además, completar dicha formación probablemente te ayude a promocionarte en tu sector y a materializar alguno de tus mayores proyectos vitales: alcanzar la libertad financiera, establecerte en cierta ciudad, empezar una familia, etc.

CONCLUSIONES

Debido a la programación cortoplacista que nuestro cerebro lleva de serie, cierta tendencia a la procrastinación es común y natural. Algunos la viven cómo un pequeño “pecadito”, mientras que otros la viven como una espiral que paraliza sus vidas y poco a poco las va engullendo. Es importante entender y considerar las causas particulares por las que uno mismo procrastina, ya que esto nos va a dar la clave de cómo podemos contrarrestar este hábito. Considero que lo más esencial es entender que evitar y postergar los retos a los que nos enfrentamos siempre termina por hundir nuestra confianza, y que la única forma de darle la vuelta es exponernos a ellos y afrontarlos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Day, V., Mensink, D., & O’Sullivan, M. (2000). Patterns of academic procrastination. Journal of College Reading and Learning, 30, 120-134.
Harriott, J., & Ferrari, J. R. (1996). Prevalence of procrastination among samples of adults. Psychological Reports, 78, 611-616.
Steel, P. (2007). The nature of procrastination: A meta-analytic and theoretical review of quintessential self-regulatory failure. Psychological Bulletin, 133(1), 65-94.
Tice, D. M., & Baumeister, R. F. (1997). Longitudinal study of procrastination, performance, stress, and health: The costs and benefits of dawdling. Psychological Science, 8, 454-458.

Rellena este formulario y me pondré en contacto contigo

Contacto desde entrada

Privacidad