¿Cuáles son las diferencias entre un psicólogo y un psiquiatra?
Puede que estés pasando por un momento difícil y te hayas planteado acudir a un profesional de la salud mental. O puede que lo estés buscando para dar apoyo a uno de tus seres queridos. Sea como sea, probablemente sea la primera vez que recurres a nuestros servicios, y por lo tanto desconozcas qué criterios pueden ayudarte a elegir al profesional más adecuado.
Uno de los dilemas más frecuentes es el de decidir si deberíamos acudir a la consulta de un psicólogo o a la de un psiquiatra. ¿Cómo podemos saber cuál es la mejor opción?
¿Cuáles son sus puntos de partida?
Para empezar, debemos señalar una de las diferencias elementales que separan a ambos perfiles: su formación. Por un lado, el psiquiatra proviene del mundo de la medicina y se especializa en el impacto que tiene el funcionamiento cerebral sobre nuestro estado de ánimo y nuestro comportamiento.
Pese a que tener cierto conocimiento de estas conexiones, los psicólogos partimos de una ciencia (evidentemente la psicología) que contempla las relaciones entre los siguientes elementos: nuestros pensamientos y creencias, nuestras emociones, nuestro comportamiento y el entorno que nos rodea. No obstante, es perfectamente posible que el psiquiatra tenga también formación en algunas de las herramientas o perspectivas propias de la psicología.
¿De qué forma trabajan?
Estos dos puntos de partida se traducen en dos formas diferentes de tratar los problemas que se presentan en consulta. El psiquiatra tiene cómo principal herramienta los psicofármacos (ansiolíticos, antidepresivos, etc.), siendo el único de los dos que puede recetarlos. Puesto que su punto de partida es que los trastornos psicológicos son originados por una alteración en el funcionamiento cerebral, se entiende que la forma más eficaz de tratarlos es a través de fármacos capaces de influir directamente en este funcionamiento.
Por nuestra parte, los psicólogos tendemos a situar la raíz de la problemática en la forma en que las personas nos relacionamos con el entorno o las dinámicas internas de nuestra mente. De esta forma, nuestro mayor recurso es el de proporcionar la comprensión y las herramientas necesarias para que las personas sean capaces de cambiar esos elementos.
Evidentemente, ninguna de las dos partes ve el mundo en blanco y negro: tanto los psicólogos reconocemos que algunos trastornos psicológicos son fuertemente condicionados por la estructura y funcionamiento cerebrales, cómo los psiquiatras reconocen el papel de los pensamientos, el entorno y el comportamiento.
¿Cómo sé a cuál de los dos debo acudir?
Podría decirse que dónde no llega uno llega el otro. Existen, por ejemplo, algunos tipos de trastornos mentales con síntomas tan severos que los hacen bastante resistentes a cualquier tipo de tratamiento psicológico. Algunos ejemplos son la esquizofrenia, el trastorno bipolar, la depresión severa o el trastorno de personalidad límite. En estos casos la mejor opción es empezar recurriendo a psicofármacos para lograr rebajar la gravedad de los síntomas, por lo cual en las instituciones públicas suelen derivarse a la consulta del psiquiatra este tipo de problemáticas.
Más adelante se puede acompañar con la intervención simultánea de un psicólogo. De hecho, el tratamiento combinado ha demostrado ser la mejor opción en muchos casos.
Pero también existen lugares donde los fármacos no llegan. La ansiedad, la depresión y todas las distintas formas de malestar son muchas veces causadas y/o alimentadas por formas de pensar repetitivas que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestras vidas. Y si bien podemos aliviar con una pastilla las emociones que estas formas de funcionar nos generan, no conseguiremos en ninguno de los casos deshacernos de ellas (y en resumen, de la raíz del problema).
Es aquí donde entra la labor del psicólogo, que con su formación cuenta con un abanico de herramientas para abordar estas fuentes de sufrimiento. De la misma forma, frente a las múltiples situaciones difíciles y estresantes a las que debemos enfrentarnos a lo largo de nuestras vidas, no hay fármaco alguno que nos proporcione los recursos necesarios para hacerles frente con fuerza.
Por el momento no existen pastillas para ser más resolutivo, o para dejar de temerle a esa entrevista de trabajo que tanto nos angustia, ni para ayudarnos a dar esa difícil noticia que tenemos que comunicar a nuestros seres queridos.
Para concluir…
Es posible que nuestro malestar no provenga de circunstancias puntuales, y que sea algo que nos lleve tiempo acompañando. Hay personas que, por temperamento, tienden a experimentar con mayor frecuencia e intensidad ansiedad, tristeza u otras emociones negativas.
Si este es tu caso, es posible que lo más beneficioso a largo plazo sea aprender a entenderte, desarrollar recursos para aprender a gestionar estas emociones y cultivar tus fortalezas y tu resiliencia. De lo contrario, las personas tendemos a revivir una y otra vez el mismo malestar y las mismas experiencias.
Para romper con estas dinámicas repetitivas, la mejor opción es recurrir a la ayuda de un psicólogo o de un psiquiatra que cuente con formación en psicoterapia. Si estás buscando ayuda profesional y piensas que tus necesidades están más cercanas a la labor de un psicólogo, quedo a tu disposición para resolver cualquier duda o consulta. Contáctame y dime en qué puedo ayudarte!