El comportamiento humano y su adaptación constante
Las personas nos comportamos: actuamos dentro del mundo que nos envuelve. Todos nuestros comportamientos son fruto de nuestro esfuerzo constante por adaptarnos a nuestras circunstancias y a los retos que estas nos plantean. En la mayor parte de casos lo hacemos de forma exitosa, manteniendo o restaurando el equilibrio en nuestras vidas, pero otras veces podemos desarrollar comportamientos que pueden terminar perjudicándonos y dando a luz al sufrimiento. Por ejemplo, a veces podemos tener una mala racha y terminar adquiriendo el hábito de hablarnos a nosotros mismos de forma despectiva. O podemos vivir una etapa de incertidumbre y terminar viviendo asediados por miedos y preocupaciones que nunca se habían presentado en nuestras vidas, incluso cuando en nuestra vida vuelve a haber paz y orden.
¿Qué son los trastornos psicológicos?
Uno podría pensar que los problemas psicológicos pueden tomar infinitas formas, pero la verdad es que tienden a repetirse ciertos patrones que nos permiten agrupar estas desviaciones de nuestro comportamiento “normal” (o típico). A estas “desviaciones” es a lo que los psicólogos llamamos trastornos psicológicos, y están todos recogidos en el libro de referencia que tanto psicólogos cómo psiquiatras utilizamos: el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales). Actualmente este manual va por su quinta edición (y subiendo). Los distintos trastornos psicológicos se dividen en varias categorías, tales cómo los trastornos del estado de ánimo, los trastornos de ansiedad, los trastornos psicóticos o las disfunciones sexuales. Cuando un profesional de la salud mental hace una evaluación y llega a la conclusión de que existe un trastorno, ese profesional está realizando un diagnóstico clínico.
Pero… ¿Cuándo se considera que existe un trastorno? Pues el DSM considera que existe cuando se cumplen una serie de condiciones concretas que aparecen listadas; esas condiciones reciben el nombre de criterios diagnósticos. En primer lugar, existe un número variable de criterios diagnósticos propios de cada trastorno, que no son otra cosa que los síntomas (las alteraciones del comportamiento) que suele presentar. A modo de ejemplo, la depresión suele manifestarse con un estado de ánimo marcadamente negativo, con menor interés y capacidad para disfrutar por las cosas, y con alteraciones del sueño (entre otras). Por otro lado, existen tres criterios diagnósticos comunes a la mayor parte de trastornos psicológicos: la presencia de un malestar pronunciado, el deterioro de las distintas dimensiones que componen la vida de la persona (trabajo, vida social, educación, etc.) y el hecho de que las alteraciones en el comportamiento no se deban a la ingesta de substancias tales como drogas o medicamentos.
Los criterios diagnósticos: ¿Cuándo se considera un trastorno?
Es perfectamente comprensible que la idea que se nos haya hecho un diagnóstico pueda dejarnos bastante impactados, por lo que hay algo que se debe clarificar tantas veces como haga falta: los diagnósticos clínicos no representan a la persona, y ni mucho menos la definen. Aunque a veces podamos sentir que nuestros problemas psicológicos eclipsan nuestras vidas, las personas somos mucho más que eso: somos nuestras aspiraciones y proyectos, somos el amor que damos y las conexiones que mantenemos. El ser humano siempre tendrá muchas más caras y matices de los que pueda recoger una etiqueta.
Existe el peligro de que algunos pacientes se identifiquen excesivamente con tales etiquetas, terminando por tener una imagen negativa de sí mismos. Ese es uno de los grandes retos a los que debemos enfrentarnos. No hay que perder de vista que los diagnósticos son principalmente una herramienta que utilizamos los profesionales para entendernos entre nosotros y para poder manejar con más facilidad el trabajo dentro de consulta. No obstante, el efecto que tienen también puede ser positivo, puesto que es también liberador para muchas personas el saber que su problema es común y compartido, y que existe conocimiento sobre él y formas eficaces de tratarlo.
Un último punto muy importante es el hecho de que los trastornos psicológicos no son enfermedades comparables a las enfermedades diagnosticadas en la medicina. Al contrario de la gripe, el cáncer o las ETS, no podemos señalar un patógeno (virus o bacteria) o problema anatómico en el cerebro que pueden señalarse cómo su causa última. El cerebro y la mente de las personas con depresión, TOC o fobias tienen exactamente las mismas facultades y funciones que las personas que no padecen estas problemáticas. Y aunque existan trastornos mentales con un claro componente genético o neuronal, su origen sigue siendo más complejo e incierto que en el caso de las enfermedades tales y como la medicina las concibe, puesto que existen muchos otros factores que pueden haber participado.
El impacto del diagnóstico clínico en las personas
Puede que algunos hayan sentido la tentación de intentar auto diagnosticarse a través de una búsqueda en Google. Existen, por ejemplo, muchas personas perfeccionistas en el mundo convencidas de tener un TOC. De más no está decir que tan solo los psicólogos y psiquiatra tienen los conocimientos y competencias para hacer diagnósticos precisos y fiables. Pero en el caso de que hayas hecho el intento, puede que te hayas dado cuenta de que si bien te sientes identificado con algunos síntomas que componen el trastorno que sospechabas que tenías, no cumplirías los “requisitos” para recibir un diagnóstico. Existe la creencia popular de que se debe tener problemas psicológicos graves (dignos de recibir un diagnóstico) para poder ser atendido por un psicólogo. No obstante, nada más lejos de la realidad.
Aunque los problemas por lo que estamos pasando no sean lo suficientemente graves para cumplir los criterios de diagnóstico alguno, si estos nos causan malestar o sufrimiento, tienen el mismo derecho a ser tratados en consulta que el más grave de los trastornos. Es precisamente allí el mejor momento para acudir a ayuda profesional, ya que tenemos la oportunidad de evitar que el problema se enquiste y pase a afectar a nuestra vida en su conjunto. Si sientes que hay asuntos en tu vida que te causan malestar de forma continuada y crees que es el momento de hacerles frente, no tengas la menor duda de que tus inquietudes pueden ser bien atendidas en consulta.